10.09.2010

Los frutos del corazón


Para F.

El tiempo no es lo importante cuando escucho tu suave e impaciente voz por el teléfono. Parecen los minutos desaparecer y solamente tus palabras se encadenan para atarme y hacerme desaparecer.

¿Cómo nos conocimos? No fue un día de los buenos, de eso estamos seguros. En nuestros corazones caía la lluvia y simulábamos no empaparnos cuando incluso las gotas salían de nuestros ojos. Fue un día frío como estos violentos que nos incomodan.

Nunca creí que tanto crecerían mis recuerdos y sentimientos hacia ti. No lo logro explicar porque ni siquiera sé en qué momento todo sucedió. Y ahora estoy viendo tus fotografías como aquella vez en que me quedé prendido de tus pequeños ojos y tus delgados labios. Estoy viendo tus fotografías y reconozco a esa persona que realmente eres y que no sé qué tiene y que ya me ha atrapado.

(y sigo observando las fotografías...)

A los 16 estás acompañada de un ángel celestial y de un ángel solitario, muestras una leve sonrisa y cruzas tus piernas.

A los 17 planchaste tus ondas y te colocaste lentes. Hacía frío y llevabas una chalina blanca e inmaculada.

Fuiste de paseo, muestras tu espalda y volteas tu rostro ocultado por unas gigantes gafas que te hacen atractiva. Qué linda dije una vez y muy linda te dije otra vez.

Y a blanco y negro me regalas un beso.


Aún no me he convencido, aún no me doy por vencido, aún no sé lo que pienso, aún no sé lo que te digo.

Extraño tu voz, extraño tu aliento, extraño tu corazón.

Te quiero y solamente a ti te quiero, eso creo.

Tomo un vino tinto y escucho un bandoneón como en aquel verano cuando por la culpa de un viaje todo cambió.

Desapareces, a veces. Te miro siempre.

Estoy perdido en un bosque recordando nuevos sillones y productos de la vid que alguna vez bebimos sin querer.

Sin querer.