4.02.2009

Lo que es Rayuela


Hacia el año 2002, cuando yo tenía once años, mi papá compró la mitad de una colección de novelas hispanoamericanas que publicaba el diario El Comercio. Recuerdo muy bien ese mediodía cuando mi papá trajo el tomo seis de la colección: Rayuela de Julio Cortázar. Me quedé sorprendido por el volumen del ejemplar, muy grueso en comparación a los anteriores libros que había leído. Pensé que lo leería cuando tuviera la edad de mi padre, porque pensaba que a esa edad recién se estaba permitido leer libros gruesos. Dejé el ejemplar acomodado en el librero y nunca me preocupé por abrirlo. Tiempo después, cuando mi hermana mayor y mi papá descubrieron que yo había leído más libros que ellos dos juntos, se armaron de valor y se dedicaron a querer superarme. Mi hermana se lanzó a la aventura, y decidió leer Rayuela. Me quedé sorprendido, y le pregunté si es que llegaría a terminarlo. Con mucha soberbia me dijo que sí y que después de esa novela leería muchas más y me ganaría en cantidad de libros leídos. Cuando, por un descuido, ella dejó el tomo seis tirado en el mueble, aproveché para cogerlo y empezar a leer y tratar de superar en cantidad de páginas leídas a mi hermana. Al leer la primera página me quedé sorprendido: Había un manual de instrucciones para saber cómo leer la novela. Me quedé anonadado y pregunté cómo ella había empezado a leerla. Ella me respondió: empezando. Aterrado, dejé el libro sobre el mueble y pensé no acercarme más a él. Pasó mucho tiempo, y yo leía cada vez más libros, pero nunca me atreví a leer Rayuela. A veces daba una lectura a la biografía del escritor y los libros que había escrito, títulos tan insanos y originales como Viaje alrededor de una mesa o La vuelta al día en ochenta mundos. Hasta el apellido del escritor me parecía un misterio.

A mis catorce años, cuando decidí ser un escritor, también decidí leer el libro que siempre me causó temor leerlo, temor a nunca terminarlo, y es más, a nunca empezarlo: Rayuela. Leí unas dos veces las instrucciones, y empecé a leer el libro de la segunda manera, alternando los capítulos como lo indicaba el tablero de dirección. Al leer sobre el fuego sordo y las turas del mundo, me quedé sorprendido; al leer de la Maga y un tal Oliveira que tenía un club que trataban de temas que yo nunca había escuchado en mi vida, como el budismo zen, la patafísica y de un tal Morelli; a apreciar el arte de cómo besar delicada y apasionadamente a una mujer; a tratar de entender una línea en donde se combinaban hasta tres idiomas y dos historias distintas. Nunca quise que se acabara ese monumental y original libro, que provocaba en mí unas ganas terribles e intensas de escribir. Gracias a Cortázar y a su libro lúdico, que se convirtió en un círculo vicioso al leerlo, supe que podía ser escritor y plasmar en muchas páginas mundos desconocidos, contar vidas discretas y sumergirme en lo absurdo y preguntarme el porqué de las cosas inusuales que suceden en la vida. A partir de ese entonces, Cortázar se ha quedado junto a mí hasta hoy y para siempre. Leí varios de sus cuentos una y otra vez, lo escuchaba declamar el capítulo siete y consagrarlo, por qué no, como el mejor escritor latinoamericano.

Rayuela la leí diez veces en todas las formas posibles de leerla. Hace poco acabo de terminar de escribir un cuento y también esta crónica. Tengo ganas de leer. El ejemplar está de pie en mi librero y me seduce. Tengo hambre. Comeré una galleta cubierta de chocolate y leeré, por una vez más, el libro lúdico que me invitó a ser un futuro escritor.


L. 16/02/09

1 comentario:

  1. Oh! yo también solía tenerle miedo a algunos libros debido a su extención y comprensión. Poco a poco fui aprendiendo que un libro puede llegar a convertirse en un gran amigo, ya que te demuestra lo bello que puede ser interiormente y no dejarse guiar por su aspecto.

    p.d. Nunca leí Rayuela :(

    Suerte....

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