Imaginó un romántico desenlace. Imaginó una luna llena y una tierna despedida. Un beso apasionado, corazones agitados, ojos cerrados. La llama vuelta a encenderse.
Horas, muchas horas antes del final, apareció su Alter Ego; y todos sus planes debieron cambiar. Las palabras del Alter Ego fueron sabias, precisas. Minutos antes del final, ya había perdido toda esperanza.
Pero la doncella, bendita Dulcinea, apareció deslumbrante. Se hizo silencio. Solamente las miradas bastaron. Solamente las miradas. Solamente.
Y la mirada sirvió para recuperar la esperanza de que algún momento todo podía cambiar.
Fue despedido del palacio. Sin cortesías ni regalos. Se marchó con el único recuerdo de la mirada, y la fingida sonrisa de la Dama. Y solamente una palabra: No.
Y nunca más volvió.
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