Recorrimos una distancia increíble, por lugares que no habíamos pasado antes y que ni siquiera sabíamos que existían. Fueron muchas horas las que pasamos pedaleando sin parar. En bicicleta es bonito conocer el mundo: con calma, con alegría, con música. Y al final, solo encontrar el mar, el infinito y rojo mar, como el cielo inmenso, solo para los dos.
No estábamos agotados.
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