Ya te vas, triste y aburrido, melancólico y fatal. Tan oscuro que solo con velas podía avanzar junto a ti. Felizmente los dos caminamos juntos solo hasta aquí. Ahora yo me detengo y te veo avanzar, lentamente, como pidiéndole permiso a tus pies para marchar. Se ve en tu rostro esa ilusión de querer quedarte, de no avanzar, de retroceder y nunca más partir. Pero te veo y me río: tienes todas las de perder. Avanzas, llorando durante tres días seguidos, lloras todo lo que no has podido llorar durante todo el tiempo que me acompañaste. Te digo que lo hagas, no me molesta sentir tus lágrimas, empapar mis trajes, mi rostro. No, no te voy a calmar, no voy a acariciar tu espalda ni secar tus lágrimas; hoy solamente quiero disfrutar tu triste partida. Todo el año, si vivo junto a ti, es porque sé que te irás sin reparos, llorando y gritando, a veces. Durante tantos meses vives a mi lado y me atormentas, y yo solamente te soporto, con pesar pero con firmeza y esperanza: sé que te irás. Te alejas cada vez más, desapareces ya. Te hago adiós con la mano, siento una brisa que me envuelve y lanza a volar. Ya casi has desaparecido, ya no alcanzo a ver tus ojos oscuros y fallecidos. La cordura, la tristeza, el pesar, el dolor, el ruido y el recuerdo funesto se van contigo. Aún puedo notar tus pies y parte de tu sombra, casi ya has desaparecido por completo. Te doy la espalda y vuelvo mi mirada a este atardecer, detrás de ese horizonte, perdido quizás, pero puedo caminar y volverlo a recuperar. El sol se oculta en ese mar naranja, ya cercano, ya mío, ya dulce. Abro los brazos y sonrío, vuelvo a vivir, vesánico ahora soy. Tan mía fuiste durante tan poco pero tan intenso tiempo, que durante muchos meses te perdí y extravié, pero vuelves a aparecer frente a mis ojos y te entrego todo mi amor como nunca había entregado. Ya asesiné a noviembre, murió junto con el peregrino que acaba de partir. Oh, diciembre. Buen verano, gracias Dios. Tus ojos de fuego abrasador, tu sonrisa de grata satisfacción, tu cabello de relajante melodía. Tus composiciones tan hermosas, tus despedidas tan alegres, tus palabras tan misteriosas, tu poesía tan solitaria que susurras en mis oídos sedientos de paz.
Verano, ya naces en diciembre, ya no mueres nunca, ya jamás lloras, ya sonríes a mi esperanza. Siento el mar mojar mis pies.
mientras tú te alegras yo empiezo a llorar. No me gusta el verano¡¡
ResponderEliminartoña
me lo imaginaba...jajaja. Bueno, solo por este verano haz la excepción!
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