Apoyada en el borde del balcón, observando con detenimiento el cuarto menguante ocultándose en el mar, las aguas calmas que humedecen la arena blanca de nuestro palacio, no me dices nada y solamente me muestras tu espalda. Yo estoy sentado en el gigante sillón de terciopelo, en el cual te contemplo, y hasta me parece que te has convertido en parte del cuadro que estoy mirando. Eres tan igual de hermosa -o más aún- que esa luna y ese mar. Eres dueña de ellos y sé que con solo tu ojos puedes ordenarles tantas cosas. Tu cabello se agita con el viento y te lo acomodas de cuando en cuando, suavemente; tus dedos tocan tu rostro con tanta delicadeza...Yo sigo observándote con ojos extraviados en tu cuerpo desnudo, que ya quisiera tenerlo dentro del mío...apenas volteas, observo tu sonrisa acompañada de esos ojos pequeños y vivos como los tienes...Mi palacio es hermoso y conocido por muchos, miles vienen en peregrinación para conocer mis grandezas, pero nadie sabe de este único y endiosado tesoro que ahora se acerca hacia a mí a regalarme un beso tan fino y demoledor. Sé que tantos príncipes de saber que tengo a tanta belleza en mi reino, morirían de envidia y me declararían la guerra por llevarse a tan preciosa Helena...Soy capaz de entregar todas mis pertenencias, mis jardines y mi palacio, con tal de quedarme con tan única belleza...Piel morena de frutas exóticas y mestizas de tan lejanos reinos, donde el sol y los árboles y el río caliente son tu naturaleza. He podido beber de tu néctar sagrado una semana entera, y ya me siento inmortal...Paseas con cuidado por mi palacio, deseas conocer cada rincón de mi pieza, y yo te digo que todas mis riquezas son de usted, mi Alteza...Sonríes apenas das la vuelta, yo me siento tan feliz...Solamente escucho el ruido del mar y de tus pequeños pasos que se alejan por el túnel que lleva a la salida...Yo te dejo ir porque espero que regreses algún día, como la madrugada cuarto menguante de hoy, donde el mar está tan calmo y la noche tan cerrada con algunas estrellas solo para nosotros dos. Hoy tienes una fiesta en tu palacio real, con miles de invitados y algarabía hasta la defunción...Yo me quedo aquí a arreglar la pieza que ahora es tuya, que ahora es nuestra. De nuevo se batirán nuestras almas, nuestros cuerpos, apenas nuestros sudores se mezclen...Todos nuestros sentidos desaparecen, solamente queda el tacto para gozar de nuestras pieles, y sobre todo queda este sexto sentido con el que podemos saber el uno del otro, de nuestros pensamientos, de nuestro querer. Afuera ya quedan las riquezas, el oro, el diamante...Solo quedan nuestros tesoros, tu alma, tus cabellos, tus ojos. Ya debes de haberte acicalado...¡Anda, atiende a tus invitados!El reino espera tus órdenes, tu atención, tus palabras...Yo aquí espero tu alma y tu pasión.
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