Hoy escribiré para una amiga a quien le tengo mucho aprecio, que ayer se ha convertido en adulta, y quien desde que la conocí, siempre ha sido muy linda y buena conmigo: Lucía.
Ayer cumpliste dieciocho años. Una nueva etapa en tu vida. Estás en la universidad y me dijiste que esta vez te esforzarías más y más. Y estoy seguro que siempre buscarás ser la mejor.
Siempre me has ayudado y aconsejado en muchas cosas que te contaba. Mi vida no es fácil, sino confusa y exagerada. Siempre que te hablo, te comento mis historias que hacen reírte, pensar, gritar y ayudar. A veces me pides disculpas diciéndome que quisieras ayudarme más. Pero con lo que me dices es suficiente para alegrarme. Siempre tus consejos mezclados con hilaridad y buen humor, para que uno se olvide de tantos pesimismos y tristezas y empiece a reír. Y estoy más que seguro que no solo es conmigo, sino con todos tus amigos que te conocen mucho más tiempo que yo. Y todos te quieren muchísimo. Y eso lo comprueban los cientos de “¡Feliz cumpleaños!” que te enviaron ayer en tu muro del Facebook.
En la fiesta que hiciste el sábado, estuviste alegre y más loca que de costumbre, imparable y graciosísima. Vestida de manera bien original y divertida, atacando a todos con el spray, y encantadora bailando la “terecumbia” y esa canción cuyo nombre aún no puedo pronunciar. Te veía abrazando a tu enamorado, a tus amigas, amigos, y gritando de vez en cuando a tu juguetona mascota, para que ya no siga reventando más globos. El trampolín, los bocaditos, los tragos y la música, todo eso creó una divertida atmósfera de entretenimiento dieciochoañero mezclado con aires infantiles. Lamentablemente me tuve que ir temprano, porque mi papá alucinaba que la distancia de Breña a
Gracias, Lucía, por todo. Que tus dieciocho años sean prósperos y que cumplas muchos años más, hasta el año tres mil.
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