Estás enfadada, lo sé muy bien. No lo ocultes. A pesar que me hablas bien, a pesar que dices que no me extrañas y a pesar que dices que no te ha afectado en nada lo nuestro, estoy segura que aún me deseas y me quieres. Sí, querida, lo sé, me quieres. Y sé que aún estás más enfadada conmigo porque estoy con un chico bien pavo, al que le hago sufrir todos los días escuchando Iron Maiden. Te enteraste, un día me viste con él y decidiste odiarme y fingir que todo estaba bien, cuando todo para ti es al revés. Y eso me divierte no sabes cuánto. Desde que las dos no estamos juntas me siento bien. ¿Tú no, verdad? Eso es lo que quería lograr: seguir haciéndote sufrir aún cuando hayamos terminado.
Sí, me viste con él. Estábamos caminando separados y yo le andaba gritando por toda la avenida. Nos quedaste viendo y te saludé: te quedaste atónita, no podías creer que estaba con él. Me llamaste, te dije que sí, que tenía una relación con él. Y no lo podías creer. Claro, me dijiste que normal, que no te afectaba en nada. Qué gracioso. La verdad es que nunca me has podido engañar.
¿Cómo te sientes ahora? Estoy segura que no te sientes nada bien, que estás sufriendo, que deseas verme y besarme y acariciarme. Sí, cuando ambas tocábamos nuestros cuerpos y pasaba mi lengua por tu cuello, deseando que sea infinito y ver que ponías tus ojos blancos por el placer que te causaba. Sí, el unir nuestros labios y acariciarnos hasta hartarnos. El sentir cómo nuestros dedos nos penetraban mutuamente hasta abrir la boca y poder ver los cielos. ¿Te acuerdas? Sí, es probable que estés sufriendo y deseando repetir todos esos momentos, cuando estábamos solas en tu habitación o en la mía, mientras la consola proyectaba películas que ni veíamos porque nuestra pasión era más y nos hacía desligarnos del mundo. Nosotras, las dos desnudas queriéndonos; pero, hiciste eso, y eso, lo sabes bien, no lo iba a permitir. Por castigo me viste con ese chico, y te pusiste a llorar. Me extrañas y no puedes vivir sin mí, y lloras cada vez que sabes que yo me divierto con ese pobre hombre.
¿Te digo la verdad? Pues, yo tampoco puedo vivir sin ti. Te extraño, no sé qué hacer sin ti. Con ese chico no siento ningún placer, solo finjo que lo siento y lo hago sufrir; pero contigo era distinto. Quería tu cabello, tu rostro delicado, tu cuerpo robusto que me volvía loca. Extraño cuando ambas nos acostábamos en el sofá, y nos besábamos y tocábamos durante horas, desnudas contemplando nuestros cuerpos y besándonos sin dejar un lugar cubierto. Cuando nos amarrábamos y golpeábamos para excitarnos más, mientras escuchábamos esas canciones que nos laceraban los oídos. Maldita sea, te extraño y no puedo vivir sin ti. Tú sufres, lo sé, porque yo también. Quizá éramos distintas, pero nos hemos quedado atadas. Somos dos mujeres distintas, pero que nos queríamos hasta la muerte, hasta sangrarnos como en todos esos días. Cuando nos divertíamos mirándonos en el espejo, todas maltratadas por las quemaduras de los cigarros que los apagábamos en nuestros cuerpos. Cuando nos burlábamos de todos los hombres que pensaban que amar era entregarse flores o peluches, esas cursilerías, pero cuando para nosotras amar era desnudarnos, golpearnos, beber hasta vomitar, tocarnos y penetrarnos con cualquier cosa, ver nuestros ojos blancos y fumar, fumar, fumar, y fumar, todos esos tronchos que nos volvían locas, más de lo que podemos ser. Te extraño, mujer, deseo de nuevo tenerte cerca. Te quiero, quiero verte de nuevo, aunque sea escuchar tu voz jadeante que me hervía los senos y hacía llorar.
Sí, me viste con él. Estábamos caminando separados y yo le andaba gritando por toda la avenida. Nos quedaste viendo y te saludé: te quedaste atónita, no podías creer que estaba con él. Me llamaste, te dije que sí, que tenía una relación con él. Y no lo podías creer. Claro, me dijiste que normal, que no te afectaba en nada. Qué gracioso. La verdad es que nunca me has podido engañar.
¿Cómo te sientes ahora? Estoy segura que no te sientes nada bien, que estás sufriendo, que deseas verme y besarme y acariciarme. Sí, cuando ambas tocábamos nuestros cuerpos y pasaba mi lengua por tu cuello, deseando que sea infinito y ver que ponías tus ojos blancos por el placer que te causaba. Sí, el unir nuestros labios y acariciarnos hasta hartarnos. El sentir cómo nuestros dedos nos penetraban mutuamente hasta abrir la boca y poder ver los cielos. ¿Te acuerdas? Sí, es probable que estés sufriendo y deseando repetir todos esos momentos, cuando estábamos solas en tu habitación o en la mía, mientras la consola proyectaba películas que ni veíamos porque nuestra pasión era más y nos hacía desligarnos del mundo. Nosotras, las dos desnudas queriéndonos; pero, hiciste eso, y eso, lo sabes bien, no lo iba a permitir. Por castigo me viste con ese chico, y te pusiste a llorar. Me extrañas y no puedes vivir sin mí, y lloras cada vez que sabes que yo me divierto con ese pobre hombre.
¿Te digo la verdad? Pues, yo tampoco puedo vivir sin ti. Te extraño, no sé qué hacer sin ti. Con ese chico no siento ningún placer, solo finjo que lo siento y lo hago sufrir; pero contigo era distinto. Quería tu cabello, tu rostro delicado, tu cuerpo robusto que me volvía loca. Extraño cuando ambas nos acostábamos en el sofá, y nos besábamos y tocábamos durante horas, desnudas contemplando nuestros cuerpos y besándonos sin dejar un lugar cubierto. Cuando nos amarrábamos y golpeábamos para excitarnos más, mientras escuchábamos esas canciones que nos laceraban los oídos. Maldita sea, te extraño y no puedo vivir sin ti. Tú sufres, lo sé, porque yo también. Quizá éramos distintas, pero nos hemos quedado atadas. Somos dos mujeres distintas, pero que nos queríamos hasta la muerte, hasta sangrarnos como en todos esos días. Cuando nos divertíamos mirándonos en el espejo, todas maltratadas por las quemaduras de los cigarros que los apagábamos en nuestros cuerpos. Cuando nos burlábamos de todos los hombres que pensaban que amar era entregarse flores o peluches, esas cursilerías, pero cuando para nosotras amar era desnudarnos, golpearnos, beber hasta vomitar, tocarnos y penetrarnos con cualquier cosa, ver nuestros ojos blancos y fumar, fumar, fumar, y fumar, todos esos tronchos que nos volvían locas, más de lo que podemos ser. Te extraño, mujer, deseo de nuevo tenerte cerca. Te quiero, quiero verte de nuevo, aunque sea escuchar tu voz jadeante que me hervía los senos y hacía llorar.
Pero soy tan orgullosa y me gusta también maltratar a ese pobre chico, que la única persona que leerá esa carta será él, para que siga sufriendo. Y lo acompaño en su dolor, porque tú jamás sabrás que yo sufro por ti, mientras tú también sufres por mí.
L. 02/07/09
L. 02/07/09
Jaja oye creo que estoy en la carta? xD..Ya le agarraste gusto a escribir cartas.. Jaja es buena catarsis no?.. ¡No hay nada mas puro y febril que el amor de dos lesbianas!.. Como prueba de ello el caso este de las cantantes del folclore. Saludos, ya estoy publicando otro cuento en estos días, ojalá lo leas.
ResponderEliminarcharly
manya que me enganche con la historia ja! es una pena que sea "última carta"
ResponderEliminarEs inmpresionante como el lector puede convertirse en voyeur
quise decir impresionante ... sí lo sé ese "nosequé" que te dice "no te puedes equivocar"
ResponderEliminarMuy buena historia. Como lo decía el gran Kevin: «Parece que David ha tenido contacto con los textos indicados que lo llevan a crear tan bien». Me parece que poco a poco voy encontrando a personas que comparten los mismos gustos y tópicos a la hora de escribir. Ya estaremos intercambiando escritos David. De literato a literato...
ResponderEliminar?????????????????
ResponderEliminarSí, realmente las cartas son una manera de liberarme de todos mis pensamientos y deseos. Y obviamente seguiré publicando más cartas.
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