A Soledad Angélica
Sabías quién era, te había hablado tanto de mí. Desde que la empecé a alejar -inconscientemente- me empezaste a detestar. Fingías aprecio, fingías estima; pero, por dentro, tu sangre hervía de odio.
Y sucedió. Y no sabemos por qué.
30 días después, una sonrisa, un tímido saludo, un hasta luego.
Yo dije un hasta nunca.
El destino nos une, así no querramos.
Tú me detestas, no deseas verme, quieres que me muera.
Yo también deseo lo mismo para ti.
Pero aún tengo ganas de volverte a saludar y por fin hablar.
En el fondo sientes miedo de mí, ¿no es verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario