12.04.2009

Diciembre


Ya te vas, triste y aburrido, melancólico y fatal. Tan oscuro que solo con velas podía avanzar junto a ti. Felizmente los dos caminamos juntos solo hasta aquí. Ahora yo me detengo y te veo avanzar, lentamente, como pidiéndole permiso a tus pies para marchar. Se ve en tu rostro esa ilusión de querer quedarte, de no avanzar, de retroceder y nunca más partir. Pero te veo y me río: tienes todas las de perder. Avanzas, llorando durante tres días seguidos, lloras todo lo que no has podido llorar durante todo el tiempo que me acompañaste. Te digo que lo hagas, no me molesta sentir tus lágrimas, empapar mis trajes, mi rostro. No, no te voy a calmar, no voy a acariciar tu espalda ni secar tus lágrimas; hoy solamente quiero disfrutar tu triste partida. Todo el año, si vivo junto a ti, es porque sé que te irás sin reparos, llorando y gritando, a veces. Durante tantos meses vives a mi lado y me atormentas, y yo solamente te soporto, con pesar pero con firmeza y esperanza: sé que te irás. Te alejas cada vez más, desapareces ya. Te hago adiós con la mano, siento una brisa que me envuelve y lanza a volar. Ya casi has desaparecido, ya no alcanzo a ver tus ojos oscuros y fallecidos. La cordura, la tristeza, el pesar, el dolor, el ruido y el recuerdo funesto se van contigo. Aún puedo notar tus pies y parte de tu sombra, casi ya has desaparecido por completo. Te doy la espalda y vuelvo mi mirada a este atardecer, detrás de ese horizonte, perdido quizás, pero puedo caminar y volverlo a recuperar. El sol se oculta en ese mar naranja, ya cercano, ya mío, ya dulce. Abro los brazos y sonrío, vuelvo a vivir, vesánico ahora soy. Tan mía fuiste durante tan poco pero tan intenso tiempo, que durante muchos meses te perdí y extravié, pero vuelves a aparecer frente a mis ojos y te entrego todo mi amor como nunca había entregado. Ya asesiné a noviembre, murió junto con el peregrino que acaba de partir. Oh, diciembre. Buen verano, gracias Dios. Tus ojos de fuego abrasador, tu sonrisa de grata satisfacción, tu cabello de relajante melodía. Tus composiciones tan hermosas, tus despedidas tan alegres, tus palabras tan misteriosas, tu poesía tan solitaria que susurras en mis oídos sedientos de paz.

Verano, ya naces en diciembre, ya no mueres nunca, ya jamás lloras, ya sonríes a mi esperanza. Siento el mar mojar mis pies.

11.22.2009

Eternidad sin gloria


Un joven se escondió detrás de un árbol para esperar a la mujer que amaba. Si la mujer que amaba salía del edificio, ella no lo vería a él porque estaba bien escondido detrás del árbol. El joven sabía que la mujer saldría del edificio a las doce del mediodía. O a las doce y media. O a la una, o a la una y media, o a las dos o a las dos y media; pero de todas formas iba a salir. El joven llegó a las once de la mañana por seguridad, no vaya a salir antes por alguna casualidad y ya no la vería. El calor, a esa hora de la mañana, aún era soportable, pero mientras pasaban los minutos, el sol vencía a las nubes y ya empezaba a calentar con fuerza. Del edificio salían grupitos de cinco o de diez, y a veces de dos, pero no salía la mujer que amaba; estoy seguro que saldrá a las doce, se decía a sí mismo. Mirando atentamente la puerta, se dejaba refrescar con el escaso viento que corría por esos momentos. A las doce en punto, muchos grupos empezaron a salir, pero la mujer que amaba no aparecía. Esperó media hora más, salió otro buen grupo, y tampoco salió la mujer. Y el sol ya empezaba a quemar. A la una de la tarde, cuando los siguientes grupos salieron, el joven se atrevió a salir del árbol y tratar de identificar si entre la gente que salía estaba la mujer que amaba. Sí, allí está, morena y hermosa…No, no es ella, ¡cómo me puedo haber confundido! El sol ya le hacía delirar. Hacia las dos de la tarde, después de haber estado de pie desde las once, apostó todas sus esperanzas a que la mujer que amaba por fin saldría del edificio; pero la mujer que amaba nunca salió. A las dos y media, ya nada le quedaba por esperar: la mujer que amaba no podía salir más tarde y, además, él tenía que regresar a su hogar. Y caminando se fue, solo y derrotado, sin haberla visto, sin siquiera haberla distinguido del grupo, sin siquiera haber visto su hermoso cabello. Nada, simplemente regresó con las piernas adoloridas, deshidratado, sudando, con la cabeza a punto de estallar y con unas esperanzas arrojadas al tacho de la basura. Su cuerpo hecho costra ya no volvería a sanar. Decidió jamás volver al mismo lugar, solamente esperaría a que el destino los volviera a juntar. Pero la mujer que amaba hasta ya se había olvidado de él. Y la mujer que amaba jamás había salido del edificio, sino hasta cuando el joven se fue. Y salió acompañada de un hombre encadenado. El joven no se había dado cuenta –y aún no se da cuenta- de que ya se había liberado de las esposas para dar la posta de la condena a un hombre que no conocía el pasado de la mujer que amaba, y que ignorando todo, sin siquiera pedirlo, fue apresado por la mujer y ya no será liberado sino hasta dentro de cinco años. O cuando la mujer vea a otro iluso y lo condene a prisión. El joven aún no se da cuenta de la felicidad que tiene, por eso sigue esperando una respuesta de la mujer que amaba; y a pesar que los signos de rechazo son más que evidentes, el joven es tan idiota que por momentos piensa en regresar al edificio para volverla a esperar. A pesar que la excusa para verla sea tan tonta, como devolverle un mechón del hermoso cabello para “ya no quedarse con nada” de la mujer que amaba, él la volverá a ver. Y ésta, burlándose, le va a volver a hacer esperar bajo un sol sofocante, detrás de un árbol de flores rojas en verano.

11.20.2009

Madrugada


Durante toda mi vida detesté noviembre por ser mi impedimento a la felicidad, a mi buen diciembre. Pero hace un año yo andaba feliz y ni cuenta me daba del mes que tanto detestaba, porque un día 20 hablaba por teléfono y no pensaba que la conversación acabaría tan pronto. Y durante tanto tiempo entregando amor sin alguna condición, sin cansarme, sin dudar…Pero un día todo se acabó sin razón y la conversación tan larga, que pensé nunca acabaría, finalizó sin decir adiós. Me dediqué a olvidarme de mí, del mundo, de todo. Yo no quería nada, solo andaba dolido caminando por tantas calles que me hacían recordar, llorar y lastimar. Pero una madrugada de otoño dos luceros gigantescos abrieron mis ojos ciegos y vi su luz como milagro de Cristo. Qué bello, decía yo, qué incomparable. Todo era luz, todo era brillo, todo era sonrisa de mayo, como la luna desde el cielo a punto de desaparecer y el sol a punto de darnos los buenos días. Y me pedías tantas cosas, y yo que creía que ya nada tenía, te entregué todo lo que podía, todo lo que tenía en mis manos, pero era tan poco a comparación de tus ofrendas, de tus regalos, de tus versos de fin de junio. Toda la noche contemplando el mar desde la ventana de la casa que ambos habíamos tomado para beber un café y leer el inexistente silencio de las palabras tan armoniosas de tu poesía, de tu fantasía, de tu insanía. Pero un día de octubre caminaste hacia la luna que nos cuidaba silenciosa y yo solo me quedé sentado en el sillón observándote con lágrimas que en tres minutos desaparecieron. De nuevo llegó noviembre y salí a caminar de madrugada por el malecón, observando esa luna que tanto amabas, que nos cuidaba, como ese día dentro del mar a la luz de la luna y los besos a la luz de las velas en nuestra casa, con los libros usados y de olor añejo, como el vino que bebimos, como el suelo que besamos para descubrir esos salvajes ambonios. Ya nada era un secreto. Ahora sigo asomándome por esa ventana que da al mar, en esta madrugada, observando la luna que se oculta tras el árbol, como pidiendo que te busque y al fin dé contigo, porque las escondidas no duran mucho, y a pesar que tu escondite sea grande, mi búsqueda pronto culminará y al fin los dos luceros de mayo podré volver a contemplar maravillado. Pero aún es noviembre y sé que no debo molestarme tanto: ya llega ese verano tan esperado, ese verano de sol eterno, de mar calmo y de poesía pura y delirante, de sonrisas y ocurrencias, de bailes y aviones, de tantas cosas bellas…verano, ya no hay soledad ni tristezas.

11.11.2009

Morbo


No hay silencio aquí,
sino frases que evitas oír.

ALEJANDRA PIZARNIK, Estar

¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra o es que nuestra sombra nos abandona de vez en cuando?

OLIVEIRO GIRONDO, 9 (Espantapájaros)

Y la verdad es que al principio me alarmé, no lo creí y hasta me asusté. Pero, ¿de qué sirve ahora mantenerme callado? Respeto, sí. ¿Otros lo guardan? Estoy seguro de que no. Y qué gusto por la morbosidad. Yo también jugaré con sus cadáveres cuando mueran. También profanaré sus tumbas, sacaré sus esqueletos y los llevaré a mi hogar hasta sodomizar con ellos, así que más les vale que no se mueran. Pero, sigo pensando en cómo les encanta la morbosidad.

Solo éramos cuatro, y nadie más que cuatro y pensé que solo seríamos cuatro. Pero, navego en Internet y ese cuatro se elevó al cubo y ese a la quinta y a la sexta y así. Con razón que me rodearon y me interrogaron. Sí, lo saben, pero en esos momentos solo sospechaba y hasta quise creer que no sabían nada, pero sus preguntas eran más que evidentes. Y tanto esperaba a que se acercara la fecha en que los volvería a ver, pero ahora ya no sé si los quiero ver, a todos esos morbosos, estúpidos e inmaduros. Iré escoltado con mi alter ego, con mi hermano mayor y con mi amor frustrado. Estoy seguro de que me aniquilarán con sus cuestionarios, ahora inservibles, ahora inútiles, ahora absurdos. ¿Qué les puedo decir? Creo que solo mantendré seriedad y aguantaré mi risa sarcástica, esa que todo el mundo odia, es que nadie soporta, esa por la cual todos me evitan. ¿Alguien sabe la verdad? Pues, yo tampoco la sé, así que ni se acerquen. Yo no robé el corazón. Déjenme tranquilo, que todos los días durante quince minutos me coloco la mano en el lugar del suceso y siento que me alejo de mi realidad. Que tú estabas ahí, que tú sabías, que tú debes decirnos la verdad, que tú debiste de entender. Solamente me voy a reír por dentro y mirar al cielo, del que espero que aparezcan estrellas. Traición, eso quizá responderé.

Les responderé Girondo y Pizarnik, ahí está la respuesta que tanto buscan. Yo miento, ellos dicen la verdad. La poesía es la única que no miente.

Y déjennos en paz. Mi hermano mayor, mi amor frustrado, mi alter ego y yo no podemos quitarnos esa imagen de nuestra mente que ustedes afortunadamente no lograron ver. Y déjenlos en paz. Después de ese día en Iñapari o Baalbek nos pueden buscar.

No nos aniquilen con preguntas, no nos rodeen. Y, por favor, dejen su morbosidad.

11.10.2009

Revelación


Ya es la tercera vez que me acuesto con ella y aún me siento tan extraño como la primera vez que lo hice. Hay algo en ella, su olor, su cuerpo, su mirada, no lo sé, que me hace sentir tan fuera de mí. Y no es la edad, porque ella es mayor que yo, pero me he sabido acostar con mujeres de mucho más edad que ella, pero en ninguna de esas oportunidades me había sentido tan raro como me siento ahora. Hemos acabado y ambos miramos el techo blanco con fisuras de algún sismo, o quizá esas fisuras se hicieron con tanto movimiento de nosotros dos en la cama. Nunca me había acostado con una mujer tan salvaje, tan eléctrica…A veces veía su rostro, que a la vez reflejaba el mío, y pensaba que se iba a morir de un paro cardíaco, por cómo abría su boca y cómo respiraba, como si las últimas hebras de aire desparecieran con sus gemidos. Sus gemidos…Ninguno me había excitado tanto como sus gritos, a veces bajitos, a veces muy fuertes. La verdad que fue toda una revelación en la cama, una mujer tan recatada y libre en la calle, pero una fiera encerrada entre cuatro paredes. Nunca tuve tanto sudor impregnado en mi cuerpo, nunca tuve tanto perfume de mujer en mi cuello. Nunca había sentido tanto placer. Pero, me sentía extraño, como si yo me estuviera haciendo el amor a mí mismo. Sentía que todos sus gestos, todos sus movimientos, todos sus gemidos también los hacía yo. La noche ya está muriendo y ambos aún nos mantenemos despiertos. Esta encamada ha sido tan igual a las otras, pero sé que ambos nos sentimos cada vez más extraños. No comprendemos por qué nos tenemos cierta aversión al vernos desnudos después de haber sentido tanto placer. Tengo mi boca seca y por momentos siento que voy a vomitar. De reojo observo su cuerpo, aún tan bien formado, aún tan deseable, aún tan excitante, a pesar que ya son varios los años y los amores que han pasado por ella. Pero ambos nos atraemos, con repulsión y pasión, y nos acostamos para hacer el amor y nos sentimos extraños al momento en que por fin acabamos de agitarnos. Me tengo que ir a trabajar, por eso me alisto primero, mientras ella sigue reposando en la cama, respirando con cierto esfuerzo, como si dentro de ella le estuviese doliendo algo, como si yo hubiese destruido su vientre. Ya he terminado y la vuelvo a contemplar: ella está tapada con las sábanas y no me mira, sus ojos se han clavado en la ventana, y hasta me parece que empieza a llorar. No atino a decirle nada, solo me despido. Ella se queda callada y solamente me responde cuando ya estoy afuera de la habitación y a punto de cerrar la puerta: “Cuídate, Edipo”.

11.06.2009

Salvajes ambonios


Necesítame también

Tan solo un poco

Tan solo siempre

DANIEL RODRÍGUEZ, Caer en hidromurias.

Y a todo esto, solo me miro en el espejo y me descubro no como soy, sino como el reflejo de lo que no soy, porque solo una vez me mostré como quien soy, y nunca más volví a ser lo que realmente soy, porque solo estoy mirándome en el espejo en que un día los dos nos vimos como realmente somos, y desapareciste y de nuevo regreso a este mismo lugar: yo mirándome en el espejo que refleja lo que no soy.

Noche de noviembre, cuando el frío deja de azotar y en el cielo la luna se deja ver, yo llegué al dormitorio y ya me esperabas. Somos mentirosos, realmente en la vida cotidiana no somos lo que realmente somos, y nos sinceramos cuando ambos nos deseábamos con la mirada, comprendiendo que ya era hora, y que yo nunca había pensado iniciar mi vida –la verdadera- tan pronto. Pero tú ya te habías adelantado sin siquiera prevenirme de tus actos, y me dejé llevar por tus pequeñas manos que ya se habían instalado en mi cuerpo. Oh, ambos ya nos veíamos en la cama, envueltos en sábanas que olían a flores, pero tu cuerpo llevaba un olor maldito, que llevaba a doparme y actuar como una marioneta que se movía bajo tus órdenes de improvisada titiritera, y qué bien lo hacías. Yo solamente olía tu alma oscura y tú me tocabas porque descubrías un nuevo continente. Ya la luna se ponía en la ventana y se ocultaba tras el árbol, y su luminosidad no era comparable al sol ni a tu luna que me mostrabas con ojos impávidos, y yo que solo atinaba a escuchar la melodía de tu agitada voz que me pedía que el río se desbordara e inundara tus vírgenes valles verdes, tan poblados de exóticos alimentos que por primera vez comía, masticaba y chupaba. Mis oídos ya no oían más sino tus latidos, tan agitados y acompasados, acompañados por tus constantes y bajitos jadeos. Tu cabello cubría mi rostro y apenas podía ver tu sonrisa de naturaleza viva y radiante, tocar con mis ásperas manos tu cuerpo tibio y sudoroso, como la arena de la playa muy próxima a nuestro cuarto, y de nuevo ese perfume tan tuyo que me hacía delirar y tratar de meterme dentro de ti. Cuando el río desembocó en el mar, ambos nos miramos y contemplamos al fin nuestros cuerpos íntegros y húmedos, lo que realmente somos, en medio de cuatro paredes adornadas con cuadros religiosos, que bien nos excitaron por haber logrado nuestra herejía. Y ambos nos miramos en el espejo y solamente éramos los dos, tan sinceros, tan jóvenes y amantes. Los volcanes erupcionaban y ya la lluvia caía sobre la tierra para apagar el fuego eterno de tu zarza hirviendo. Ya me sentía morir cuando de pronto tu aroma de ángel me trajo de nuevo a la vida, y ya no estábamos en el mismo lugar, y me empezabas a tocar de nuevo, porque ríos hay miles y solo un valle virgen que pedía a gritos su regadío de placer. Y yo de nuevo me incorporaba y logré verme en el espejo de nuevo, no me reconocía, me veía vesánico, porque así realmente era yo, y tú te veías un ángel de boca abierta y ojos fulminantes. Y sin pensar, porque ya no podía pensar, solamente me movía y sentía ir y venir el calor de tu cuerpo ya no húmedo, sino mojado por un diluvio universal. Un sabor a mar sentí en los campos, un sabor a manzanas en las montañas. Ya me había sentido soldado en tu cuerpo, ya me sentía completo, ya me veía yo. Y a ti, por vez primera, te contemplaba a plenitud, por fin me entregaste tu mayor secreto, el que solo Dios había visto, y luego lo había visto yo. No sentí llegar el fin de la noche, que ya era madrugada, que ya era mañana. Y un nuevo día ya empezaba. Y otra vez te bañabas en perfume, secabas tu cuerpo, alistabas tu cabello, vestías con tu mágico atuendo, te mirabas en el espejo y ya no lo eras, cerrabas la puerta y te combinabas con el falso resto. Yo dormía. Al despertar, yo también fui como el falso resto. Me vi en el espejo: faltabas tú. Y también faltaba yo.

Solo una vez me había entregado. Solo una vez fui lo que soy. Y regreso a caminar a la ciudad llena de espejos, donde todos andan también sin rumbo, mirándose continuamente en los espejos que reflejan lo que no somos, porque solamente una vez, en noches como mi noche de noviembre, nos miramos como lo que realmente somos.

10.28.2009

Ángel de la guarda


Ha de ser el primero, y quizá el último, pero es por algún motivo que escribo, y son las pocas lágrimas mi fundamento, los tres minutos de las instrucciones y el hilo al otro lado de la puerta.

Estás rodeada de libros, vives ahora rodeada de rosas, ahora ya no lloras, ya nunca ocultas tu sonrisa.

Nos gustaría no pensar, nos gustaría regresar, sentarnos en el jardín y conversar hasta que las primeras estrellas nos digan que ya es hora de partir.

La flor de mentiras está con nosotros, la musa ya dio su vuelo matinal, el número seis se arrepiente de existir y la bailarina nunca más dejará de danzar.

El aula ahora permanece solitaria, esperando tu tardía pero ansiosa presencia, y ahora sabe que estás en cada uno de los que mencionan tu nombre, los que recuerdan tu voz, tu sonrisa, tus libros y tu flor.

Porque ya no hay motivo de entristecer, porque ayer me dijiste que había que seguir, porque solamente tres minutos duró la pena, porque tu alegría invade nuestro ser.

Anfótera, just like me, Oh my…, and I love her, my Michelle.

En el corazón, tus ojos. En la mente, tu pasión. Tu sabiduría literaria y tu amor gigante que cuida amante los pasos de mi creación.

10.20.2009

Para el ángel de los ojos grandes y la flor rosada


Era un día de mayo cuando dos ojos grandes conquistaron mi ser. Fue cosa de un instante. Un mundo para Julius y Eva Luna la llevaron a elevar su ser y conversar todos los días. Un día Cortázar y otro día la niña mala. Niña inocente de su casa que no leía esas cosas, sin embargo se ocultaba y al día siguiente me revelaba su travesura realizada. Y porque su primer beso fue especial, porque conocía una nueva forma de amar, y porque no me dejaba de abrazar. Porque mi fragancia prohibida no dejaba de oler, porque mis palabras no dejaba de oír, porque mis escritos no dejaba de leer. Y hasta hoy día me reclama por qué no le presenté a Daniel Alarcón, pero conoció a Lucia Cieza de León y la quiso tanto como yo. Porque sus ojos me iluminaban todos los días, porque Historia del Arte no le gustaba, pero sí Literatura, y las clases con García Miranda las escuchaba asombrada, porque quería aprender de mí y de los parceros, quienes siempre le sonreían y le hablaban. Porque todas las tardes se dedicaba a rescatar libros de la hoguera, para llevarlos a su casa y dormir junto con ellos. Porque Visión de mi musa me enamoró, porque Seis me asombró y su gigantesco amor me empequeñeció. Tanto por hablar y poco por escuchar. Porque el tiempo siempre nos pareció fugaz. La inocencia, las ocurrencias y las flores eran siempre de ella. Porque sus manos tocaron nuestros corazones. Porque siempre en tu asiento estará el bolso azul, la flor rosada y Lo que el viento se llevó.

Mañana irás a clases, entrarás emocionada porque llegarás temprano, tu mp3 grabará diálogos graciosos en vez de la clase del profesor, caminaremos a la biblioteca y nos burlaremos del SUTUSM, nos embarcarás a todos y volverás a tu hermoso hogar, al que nosotros aún no nos toca ir, pero del que siempre saldrás para ir a clases para cuidarnos y abrigarnos con tus grandes alas doradas y brillantes, comos tus grandes ojos y tu sonrisa.

10.12.2009

Mi querido libro


Javier entró por primera vez a la librería y se santiguó. Un silencio fantástico y un olor a café se impregnaban en el ambiente. Contempló todos los libros y sus ojos se abrían cada vez más. Tomó uno de los cientos que reposaban en los anaqueles y se sentó en uno de los sillones a leer.

Iván entró al centro comercial y cerró los ojos. Todo el mundo conversaba y se empujaban para escoger sus productos. Subió por unas lentísimas escaleras electrónicas hacia el segundo piso y observó todas las pantallitas digitales para ser leídas. Quedó mirando una que se sostenía en un aparador entre las únicas seis que estaban dentro de un cubículo transparente.

La foto de la portada era una ciudad dividida en dos: arriba gigantes edificios modernos y abajo pequeñas casas a punto de caerse. Un fondo naranja le daba un aire caótico a la fotografía. Un libro grueso, con páginas oscuras y letras grandes. Una elegante presentación y un impresionante epígrafe. Javier se deleitaba leyendo cómodamente, acurrucado en el sillón rojo de la librería, con una ventana al frente de él que le mostraba una ciudad tan parecida a la que leía en las páginas del libro. El movimiento de sus manos y su atención en las páginas le hacían sonreír.

Con una mano sostenía la pantallita y con el dedo de la otra mano apretaba un botón digital para pasar las páginas que corrían más rápido y cortaban la emoción de lo que vendría. La bulla del centro comercial le impedía leer lo poco que le permitía la señorita que le mostraba el aparato. “¿Lo va a comprar?”.

Javier le entregó el libro y el escritor tomó el lapicero y le dibujó un niño y le deseó suerte antes de colocar su nombre en la primera página. Ambos se dieron la mano y se tomaron una foto.

Iván se acercó con la pantallita, pero a pocos metros del escritor, dio media vuelta y se fue: el autor no podría rayar la pantalla, sino ¿cómo leería?

Javier dejó el libro en su biblioteca y sonrió porque veía su anaquel más lleno de libros.

Iván llegó a su casa y dejó el aparato en la mesa. Su casa se veía más vacía.

El primer amor de Javier le entregó una carta y él, con mucho cariño, lo guardó en la página 203, porque la recibió un 20 de marzo.

Iván sostenía la carta entre sus manos y buscaba un lugar tierno en su casa y no lo encontró.

Javier tomaba su libro y lo leía una y otra vez sin maltratar sus páginas.

Iván tenía sumo cuidado con la pantalla porque la humedad de la ciudad lo podía malograr.

Javier se dedicó a forrar su libro y a mantenerlo intacto, como nuevo.

Iván se desesperó porque su aparato se le cayó y la pantalla se rajó por completo.

Pasaron los años y el olor del libro se impregnaba más en las páginas y las hojitas se ponían más amarillas: tan bueno era el libro que lo había leído miles de veces.

Iván dejó el aparato en el desván porque no terminó de leer la historia. No porque fuera mala, sino que su vista se cansaba demasiado rápido.

El libro tenía ya veinte años y seguía igual. Javier le regaló el libro a su hijo para que sea la primera novela que lea.

La pantalla se llenó de polvo e Iván no volvió a encontrarla más. Se fue a la librería y compró el libro que tenía ya su vigésimo sexta edición y se la regaló a su hija para que sea la primera novela que lea.

10.01.2009

Daniel Alarcón premiado en Alemania

Daniel Alarcón en la presentación de su libro El rey siempre está por encima del pueblo.
Foto: David Campos.


Daniel Alarcón en la Universidad San Marcos.
Foto: Karen Calle.

Conocí a Daniel Alarcón hace algunos meses en la facultad. Fue a conversar con nosotros sobre su experiencia como escritor y sus investigaciones para la construcción de sus libros. Siempre quise leer su novela desde que salió, pero por cuestiones económicas nunca pude comprarla sino hasta una semana después de su visita a la universidad. A simple vista no tiene apariencia de escritor, ya que por lo general todos los escritores de esta generación van vestidos de negro y tienen apariencia bohemia, pero Daniel tiene una vestimenta más de un hippie. A todo el grupo nos cayó bien desde el principio. Mientras contaba la realización de su novela, me parecía que esta era una muy buena historia. En efecto, la novela es extraordinaria. Es una de las mejores que he leído. Está perfectamente estructurada y la historia está muy bien contada. La devoré en tres días y la he vuelto a leer una segunda vez y ya voy por una tercera. Radio Ciudad Perdida es una de las mejores novelas latinoamericanas escritas en estos últimos años. Y con alegría recibí la noticia que Daniel ha ganado con este libro el Premio Literatura Internacional por la Casa de las Culturas del Mundo en Alemania. Un buen premio para Daniel, un excelente escritor que en los futuros años nos sorprenderá con nuevas y sorprendentes publicaciones. Un abrazo desde aquí, Daniel, felicitaciones por el merecido premio.


Daniel Alarcón nació en Lima en el año 1977 y se crió en Estados Unidos. Es editor asociado de la revista Etiqueta Negra y colaborador de diversas revistas de E.E.U.U. Ha ganado varios honores y ha sido nombrado como uno de los mejores escritores jóvenes menores de 39 años por el Hay Festival de Bogotá. Es autor de los libros de cuentos War by candlelight (finalista Premio PEN/Hemingway, 2006) y El rey siempre está por del pueblo (2009) y de la novela Lost City Radio (ganadora Premio PEN-USA, 2008).

9.24.2009

Extraño


Ayer, desapareciste pronto. Dos meses más que suficiente para que desaparezcas.

Tú, imagen de mi nuevo camino, sonríes y me sonrojo. Tus abrazos son cálidos y yo descanso sobre tu pecho, escuchando los latidos de tu corazón. Veo tu rostro y estoy enamorada. Mis manos descubren tu cuerpo y mis ojos tu ser, del cual me sostengo para no caer en este nuevo camino. Ahora empiezo a sonreír de nuevo, he vuelto a nacer. Tú, que te entregas para satisfacerme, y yo contenta te recibo y sacio con besos, a los que respondes desesperadamente. Tus besos cierran mis ojos e imagino un universo para dos, donde el ayer no existe más. Viajamos ambos por el infinito, y yo te siento más cerca, mi vida. Abro los ojos y de nuevo estoy aquí, en mi realidad. Te alejas por unos momentos, y yo sentada te esperaré, mi cielo. Te veo caminar entre luces, y te sonrío, no te preocupes que yo estaré aquí, y me dices que no me preocupe, que vas a regresar. Aquí sola te contemplo y feliz soy, melodías adornan la maravilla de tenerte. Me distraigo y miro hacia atrás: ahí está el ayer. No se ha ido. Yo pensé que había desaparecido, pero el ayer cuida mis pasos y siempre me observa. Su mirada me intimida y su sonrisa me enamora. Te tenía miedo, ayer, por eso creí que habías desaparecido. Me engañé, porque tú siempre has estado detrás de mí. Me has visto y sabes de mi amor, pero, ayer, no te molestas, me sonríes y me enamoras sin querer. Cuando amas al ayer de verdad, el ayer no desaparece, solo crees que se ha ido. Lees el capítulo 7 y avergonzada bajo la mirada. Te engañé y me engañé. Perdóname, ayer, pero sé que lo que hice nadie lo ha de perdonar, pero me sonríes y no me miras mal. ¿Por qué eres tan bueno? ¿Por qué viví en el ayer? ¿Por qué no te vas? ¿No ves que quiero ser feliz? Sí, soy mala. Perdóname, pero no tengo el valor de mirarte a la cara, mucho menos hablarte. Te tengo miedo, solo busco ser feliz, y tengo miedo de ser feliz contigo, por eso huyo, por eso no te enfrento. Pero eres apasionado, y me sigues aunque yo no lo quiera creer. Siempre estás ahí, y siempre estarás ahí hasta que yo te encare. Pero soy muy cobarde y solamente huyo. Mi cielo se acerca, y te tengo miedo, ayer. Te beso desesperadamente. Quiero desaparecer el ayer besándote y acariciándote, metiéndote dentro de mí. Pero abro los ojos, y el ayer sonríe y me enamoro. Sus abrazos son más cálidos, su mirada es más penetrante, sus caricias son más suaves y sus besos son más enloquecedores. Huyamos, mi cielo, tú no sabes nada. Te estoy engañando, también. Soy cobarde, lo sé. Huyamos juntos los tres, quién sabe hacia dónde. Estoy perdida y engañada. Ayer, me seduces, y tengo miedo de ir hacia ti, tengo miedo de ser verdaderamente feliz.

NOTA:

La idea no es mía íntegramente, también le pertenece a otra persona. La manera en que está escrita es una innovación, agradeceré sus comentarios. El título es porque así me siento al finalizar de escribir esta entrada que es bastante anti-yo.


9.17.2009

Destrucción de la vida


La ciudad estaba hecha ruinas. Todo ya estaba a punto de acabar. Solo quedaba un último bastión de sobrevivencia. Y en pocas semanas, estaría abierta a todos los ciudadanos para que puedan prolongar su vida. Muchos estaban ansiosos y no veían la hora en que, para los últimos meses del año, llegaran a ese lugar por un soplo de vida. Veían a su alrededor la ciudad oscura, apocalíptica, sin orden ni diálogo. Las cabezas de muchos humanos frías, sin futuro. Muy pocos eran los vesánicos que quedaban con esperanzas de seguir con vida. Todos estaban gobernados por ese tirano que destruía la ciudad a la velocidad de un rayo. Todo estaba incendiado y destruido. Todos esos insanos escapaban de la destrucción hacia ese parque, al verde de la felicidad, cerca al ruido del mar, para respirar un poco de ese soplo de vida. Cada año iban hacia allá para renacer otra vez, para poder ser ellos otra vez, para descubirir su mundo, el mundo de los demás. Cada año, apertura del eterno verano espiritual, para llegar a ese parque y vivir una vez, olvidarse del tirano y su plan destructor; tener contacto con su fantasía y su mentira, la vida de una ficción infinita. Páginas de pasión, amor, muerte e infinito. Un soplo de vida para tantos enfermos que jugaban a la ruleta rusa durante todo un año, y que disparaban justo en los últimos meses, y caían de espaldas al verde de la vida. Las semanas pasaron rápidamente, mientras escapaban del fuego destructor. Al llegar al parque, se entristecieron y murieron al ver el escenario que se presentó ante sus ojos: el tirano había llegado primero, sigiloso y mentiroso, para destruir el último bastión de vida: el parque frente al mar, lleno de libros y un cronopio distraído que miraba los bellos ejemplares, dueños del soplo de vida...

9.06.2009

Ruidos pecaminosos


Estoy aquí, estudiando para el examen de mañana, che. El viento hacía mucha interferencia, ella no podía oírlo bien. Se acercó hacia la puerta del baño pero lo mismo que nada porque tampoco podía oírlo bien. Hablá más fuerte, no oigo nada, ¿tanto te cuesta hablar más fuerte? Por aquí oigo cosas medio raras, no sé de dónde provienen esos sonidos, están que me aturden, y vos que no venís. La muchacha caminaba de un lado para otro del pasadizo, esperando a que llegara. No quería sentarse, quería estar de pie para cuando él llegara. Revisaba las hojas del cuaderno de atrás hacia delante, fingiendo leer; pero, más pensaba en qué decirle al muchacho cuando llegara. Volvió a llamarlo por su celular. Che, ¿ya estás aquí? Dejate de pavadas y vení de una vez. Se cansó de tanto caminar y se detuvo en el muro, de espaldas a los deportistas que practicaban atletismo y natación, qué cansados se les veía. Daban muchas vueltas alrededor de la cancha, también, mientras se apoyaban entre ellos dándose gritos. Cansada estoy de ver a tantos chicos que se matan por las puras. Che, ¿ya estás aquí? Sos vos el que tiene la culpa, me dan ganas de arrojarte a la pileta y que ningún boludo te salve, vení de una vez por todas. Su mirada estaba fija a la puerta del baño, cuya puerta se abría de vez en cuando, misteriosamente, seguro que era el fuerte viento que corría por la villa deportiva. Parece que hay fantasmas ahí. Seguía pasando las páginas, mientras que sus miradas las repartía entre la entrada a la villa y la puerta del baño. Hasta que por fin llegó el muchacho. Te esperé más de una hora, boludo. Disculpame, no fue mi intención; vos sabés que siempre llego temprano donde vos digas. Andá, pibe, estoy cansada de esto, hay que terminar. Che, pero si siempre me decís lo mismo, recapacitá un poco, ¿querés? Me estás pidiendo que yo recapacite, vos sí que sos boludo, callate la boca y largate de una vez, ya estoy harta. No grités demasiado; ven, abrazame de una vez. Los gritos los escucho de otro lado; no me molestes, estoy estudiando para el examen de mañana, tengo que aprobar, che. ¿Tú estudiar? ¿Me estás cargando? Pará de insultarme, que te arrojo a la pileta y a ver si te salvas, ya que vos no sabés nadar. La puerta del baño se abría, qué jodidos fantasmas, y se volvía a cerrar. Los deportistas corrían incansablemente, dejando sus sudores en el suelo, con la mirada al frente, las olimpiadas estaban cerca. El frío era atroz, qué fuerte viento corría. En la villa todo es campo abierto, ahí corre un viento más fuerte. Abrazame, acercate a mí. Yo te quiero, mucho. Yo también, vos lo sabés…Dame un beso. Los ruiditos del baño eran cada vez más fuertes, jodidos fantasmas lo iban a arruinar todo. Pero es que vos siempre lo arruinas todo, vos sos el culpable de todo. ¿Qué crees que yo hago? ¿Me rasco las pelotas acaso? Sí, así es, che, te conozco muy bien, pibe. Del baño los fantasmas repetían vocales. El muchacho la tomó por los hombros, se la llevó a las tribunas para ver a los deportistas de la villa. Estoy cansada. Nada, estás divina; ninguna mina se puede comparar. Escuchá bien, parece que los fantasmas van a salir. No cambies la conversación, che. Pero cambiá, pibe, tenés que dejar de ser así y yo estaré mejor, te lo prometo, querido. Tomá mi chompa, me quiero arrglar. ¿A qué huele esto? ¿Con qué mina has estado, boludo? No arrojés mi chompa al suelo, no he estado con nadie. Negá, negá ahora que con ninguna has estado. Calmate, mi chompa no huele a nada, ahora está toda sucia. Y qué más da si tú nunca lavás nada. Adentro ya habían terminado y, alarmados, querían que allá afuera dejen de gritar. Disculpame, de acuerdo, yo soy el culpable. ¿Ves? ¿No crees que más fácil es que aceptes tus errores y luego te disculpes? Sí, lo sé; abrazame. De acuerdo, pero no te daré un beso, no lo pensés. Los deportistas habían acabado de correr todas sus vueltas alrededor de la cancha. Por la villa ya no corría mucho viento. Ambos muchachos estaban abrazados, de espaldas a la villa y de cara a la puerta del baño. Ambos cerraron sus ojos y respiraron profundamente. A los segundos, él abrió sus ojos.

- Che, los fantasmas del baño acaban de escapar. Estaban bien desarreglados, asustados y nerviosos. Parece que se asustaron de nosotros.

8.30.2009

Hada de la Nada


Estaba el mago ya colmado de sabiduría, pero le faltaba el alimento eterno, que aunque sea por un pequeño bocado, estaría preparado para vivir eternamente. Un alimento que siempre lo buscó, dejando volar su viento por los nevados, sediento del bendito néctar bondadoso generador de vida eterna: el amor de un hada hermosa. El mago, desconsolado mirando los profundos ríos, intentado ser un pez que surca alegre por las aguas, feliz de haber encontrado su pareja. Era invierno y el mago se dejaba morir por el viento helado que lo elevaba hasta la cima de las montañas, permitiéndole contemplar todas las tierras que había visitado. Todo el cielo cubierto de inmensas nubes, que ocultaban el sol, dejando a la tierra tan oscura como estaba el mago sin amor. El hombre se quedó dormido de tanto llanto, de tantos años solo con su saber sin amor. Estaba muriendo de frío, dejando su naturaleza descubierta a la intemperie; hasta que sintió calor, sosiego, armonía. Abrió los ojos y contempló árboles riendo, ríos anchos y más profundos e infinitos, un cielo gigante y celeste, como él se sentía entonces. Una tierra jamás visitada, donde el sol jamás se ocultaba y estaba siempre alumbrando las gratitudes de las maravillas paradisíacas. Pero pronto el mago sintió una profunda pena, por ver tanto paraíso sin una musa eterna. Sin embargo, un hada volaba entre los árboles, agitando sus alas, mostrando sus hermosas alas, dejando al descubierto su encantado cabello de delirio y miel. Iñapari, se presentó el hada. Qué belleza, se enamoró el mago de pronto, tomando su mano y llevándosela a sus nieves. Los ojos del hada lo hechizaron y enamoraron, ojos grandes que reflejaban toda la hermosura del paisaje. Sus ojos eran dos hermosos diamantes inexistentes para el mago, que besó con pasión, mientras tomaba con sus manos el cabello de locura. Los ríos invadieron los nevados, mientras las nieves cubrían los árboles, los diamantes se ocultaban en las montañas y el sol luchaba con las nubes. El invierno y el verano lucharon apasionadamente, dejando caer gotas de rocío sobre la hierba y la árida tierra, de la que pronto crecerían orquídeas y rosas veraniegas. El mago quedó complacido, y el hada le sonrió, bella y angelical, cuya sonrisa era tan blanca como la nieve y sus ojos tan diáfanos como el río profundo e infinito. El mago pudo vivir eternamente a partir de entonces, con sabiduría, felicidad y el amor que siempre buscó. Todos los días su invierno lo convertía en verano cuando aparecía la princesa. Todos los días el sol era radiante y crecían orquídeas. El mago se convertía en ave para alcanzar frutos altísimos para su hada, se convertía en pez para tomar alimentos exóticos, se convertía en viento para refrescarla, se convertía árbol para darle sombra, se convertía en agua para tenerla por completo, se convertía de nuevo en él, en otro tipo, para amarla por otro día más, para siempre.

Pero un día el hada no llegó. El sol dejó de resplandecer como antes, y el crudo invierno lo volvió triste y solitario. Tenía todos los conocimientos del mundo, pero de nada le servía si ya el hada, así de la nada, sin ninguna explicación, lo había abandonado. La nieve creció y el suelo se volvió árido, las orquídeas murieron y los árboles desaparecieron. Pasaron miles de años y el mago anduvo buscándola por todos los confines del mundo, pero jamás la halló. El hada había desaparecido para siempre. En pleno invierno, dejándose morir inútilmente, una bandada de aves cruzó por encima de él, cantando que la princesa no volvería, se había marchado y ya no quería ver más al mago. Su naturaleza empezó a morir de a pocos. No podía extinguir de sus bondades e inteligencia a la dulce hada de la encantadora sonrisa. Sabía que vivir una segunda vez era la única solución para el olvido, pero ya el mago había probado el alimento, el néctar sagrado del amor, para vivir eternamente. Y así, el mago pasa sus días, convertido en una laguna de lágrimas, esperando que vuelva, inútilmente, un hada que desapareció y no volvería a acompañar jamás, su eterna vida solitaria que siempre la tuvo. El amor no era más que un sueño sin sabiduría alguna.

8.27.2009

El anciano de los sueños


Yo soy un asesino a sueldo, cumplo a la perfección todas mis misiones, nadie sabe cómo las hago y sueño todas las noches. Mis sueños son bastante extraños, al igual que mis misiones: nadie las sabe interpretar, nadie las entiende. Empecé a soñar todas las noches desde que realicé mi primer asesinato. Me pagaron bien y dormí plácidamente. Yo sí entiendo mis sueños; pero, hay uno que lo sueño a intervalos regulares de tiempo. Es increíble. Exactamente no es el mismo sueño, pero sí tiene mucha relación con los otros que son bastante parecidos. Es el único que aún no logro interpretar. Mis sueños no son premonitorios. Nunca se hacen realidad. Hay gente que los interpreta y dicen que sucederá de tal o cual manera, pero nunca suceden. Estoy totalmente convencido de que mis sueños no ocurrirán en la realidad. Mucho menos el que vengo soñando constantemente.

Cuando estaba en Turquía buscando a un comerciante para eliminarlo, escuché una conversación de dos turistas irlandeses que viajaban al Líbano para encontrarse con un anciano que dormía al lado de cualquier voluntario, colocando su mano sobre su cabeza, para poder soñar lo del otro y así interpretar su sueño. Me parecía algo inverosímil la idea de encontrar a un anciano que soñara por mí y que todavía interprete lo que sucedía en él. Decían, además, que el anciano deambulaba por varias partes de Asia y que era muy difícil encontrarlo, pero que seguro lo encontrarían en el Líbano. Se les notaba bastante alegres.

Después de matar al comerciante, viajé a Georgia para realizar mi siguiente misión. En ese viaje, también escuché hablar sobre este anciano. Ahora sí me parecía interesante. Me imaginaba al anciano sentado dentro de una cueva, esperando a cada uno de los viajantes a que les interpretaran sus sueños. Imaginaba que habría una larga cola de individuos esperando dormir a su lado.

Ahora estoy en Irak, deambulando por esas calles destruidas por la guerra y atentados suicidas, y contemplando una larga cola de hombres ansiosos que intentan ver el inicio de esta. Me acerco a pasos largos y me cuentan que hay dos hombres tendidos sobre el suelo, durmiendo plácidamente uno al lado de otro. Me quedo impactado al saber que, sin tanto esfuerzo, he encontrado al hombre que interpreta los sueños.

Como he llegado un día antes de mi misión, decido hacer la cola y esperar a que el anciano terminara con todos esos hombres para que por fin interprete mi sueño. Tengo que matar a un hombre que ha engañado a mi jefe. No me dio más explicaciones sobre el engaño, pero me dijo que lo matara de una vez por todas. Mi jefe estaba molesto, más bien nervioso, confundido y traicionado. Me pidió que me cuidara. Parecía que no le había ido bien. No lo reconocía del todo.

En la cola, el que está delante de mí, me cuenta que el anciano se ha ganado el cariño de todos porque siempre acierta con la interpretación de los sueños. En algunas tierras pensaban que era un dios o un nuevo profeta. Me trata de impresionar con muchas leyendas sobre el anciano, pero como me ve distraído, prefiere cortar sus relatos. Aún no estoy convencido que el anciano pueda interpretar todos los sueños.

Han pasado muchas horas para que me toque dormir junto al anciano. Estoy tan cansado y aburrido, y además que ya se ha hecho de noche, que simplemente me quedo dormido muy cerca del anciano que, por falta de luz, no logro ver su rostro.

Me levanto algo alarmado, porque siento que ya han pasado varios minutos de la hora acostumbrada de mi amanecer para poder realizar mi trabajo. El anciano está a mi lado despierto también, y hay una pequeña cola de hombres esperando ser atendidos. El anciano me mira a los ojos y me dice:

- Has tenido dos sueños.

- ¿En serio? Es extraño…por lo general siempre es uno. ¿Qué significaban?

- El primero trataba que fallarías en uno de tus trabajos: no tendrías éxito.

Me siento insultado. Es en este momento cuando identifico el rostro de mi víctima: es el anciano.

- Tu jefe te ha mandado a matarme. Soñó que tú morías en el intento de matarme. Y no lo aceptó.

Río a carcajadas. Esas carcajadas realmente ocultan mi nerviosismo. Ese anciano ha acertado todos los sueños de todos los hombres que han dormido a su lado, ¿por qué el mío no debe de interpretarlo? Estoy bastante nervioso, no sé cómo actuar. Estoy totalmente asustado. Lo único que hago es lo que me han mandado hacer: matar al anciano.

El interpretador de sueños yace muerto en el suelo. Yo estoy seguro: nadie puede interpretar mi sueño, nadie. Aunque, lo raro es que el sueño que él me dijo no era precisamente el que he soñado durante mucho tiempo. Totalmente confundido intento retirarme, pero la pequeña cola que se había formado ha crecido considerablemente en pocos segundos, y todos se acercan para eliminarme. Y lo logran.

Ya muerto, no lamento haber matado al anciano. Ahora sé que significa mi sueño.

L. 18/08/09

Feliz Cumpleaños!


Hoy escribiré para una amiga a quien le tengo mucho aprecio, que ayer se ha convertido en adulta, y quien desde que la conocí, siempre ha sido muy linda y buena conmigo: Lucía.

Ayer cumpliste dieciocho años. Una nueva etapa en tu vida. Estás en la universidad y me dijiste que esta vez te esforzarías más y más. Y estoy seguro que siempre buscarás ser la mejor.

Siempre me has ayudado y aconsejado en muchas cosas que te contaba. Mi vida no es fácil, sino confusa y exagerada. Siempre que te hablo, te comento mis historias que hacen reírte, pensar, gritar y ayudar. A veces me pides disculpas diciéndome que quisieras ayudarme más. Pero con lo que me dices es suficiente para alegrarme. Siempre tus consejos mezclados con hilaridad y buen humor, para que uno se olvide de tantos pesimismos y tristezas y empiece a reír. Y estoy más que seguro que no solo es conmigo, sino con todos tus amigos que te conocen mucho más tiempo que yo. Y todos te quieren muchísimo. Y eso lo comprueban los cientos de “¡Feliz cumpleaños!” que te enviaron ayer en tu muro del Facebook.

En la fiesta que hiciste el sábado, estuviste alegre y más loca que de costumbre, imparable y graciosísima. Vestida de manera bien original y divertida, atacando a todos con el spray, y encantadora bailando la “terecumbia” y esa canción cuyo nombre aún no puedo pronunciar. Te veía abrazando a tu enamorado, a tus amigas, amigos, y gritando de vez en cuando a tu juguetona mascota, para que ya no siga reventando más globos. El trampolín, los bocaditos, los tragos y la música, todo eso creó una divertida atmósfera de entretenimiento dieciochoañero mezclado con aires infantiles. Lamentablemente me tuve que ir temprano, porque mi papá alucinaba que la distancia de Breña a La Rinconada es como de Lima a Siberia. Pero, me gustó ver que en el día de su fiesta, Lucía se divirtió bastante. Dieciocho años no se cumplen todos los días.

Gracias, Lucía, por todo. Que tus dieciocho años sean prósperos y que cumplas muchos años más, hasta el año tres mil.

8.17.2009

Horizonte perdido


Parado en la azotea del edificio más alto del distrito, contemplaba el mar, el sol poniéndose detrás de las islas, el cielo tomando distintos colores y la luna que coronaba el paisaje. Tenía siete años y ése era la primera puesta de sol que contemplaba. Donde vivía, no podía ver ese atardecer, sea porque su casa solo tenía un piso, sea porque su casa se encontraba lejos del mar. Se quedó mucho tiempo observando el atardecer, contemplando cómo el cielo cambiaba de color y se volvía cada vez más inmenso. Algunas estrellas empezaron a aparecer, tímidas, muy lejos, casi imperceptibles por sus vírgenes ojos. En la azotea de ese edificio, el más alto de todos, podía alcanzar a ver también, todas las demás casitas, que, al lado de su edificio, eran pequeñísimas, que daban risa. Apenas siete años tenía, y ya se sentía gigante, parado en su azotea gobernando su ciudad. Ése fue su primer día de verano en ese edificio.

Todos los años era igual, encantador, relajante, paradisíaco. Qué inmenso era el cielo mientras más años pasaban, qué hermoso era ese gigantesco mar, qué hermosas eran las islas que ocultaban al mágico sol. Desde ese alto edificio todo lo podía ver, lo que quería ver. Iba creciendo en edad, y sentía que el paisaje crecía con él, siempre mirando hacia el mismo atardecer. Ese horizonte fijo muy cercano a su ser.

Él creció, el atardecer igual. Pero, la ciudad también. ¿Cuántos como él también querían ver el mar? ¿Cuántos como él también querían disfrutar el atardecer y gobernar cada uno su ciudad? Él no había pensado eso. Nunca creyó que la ciudad crecería y que otros como él también se pararían a contemplar las puestas de sol. Durante muchos años, él fue el privilegiado. Él era el único que contemplaba el atardecer a su manera. Estaba más alto que todos, y se creía invencible, nadie lo derrocaría de su reino inmenso.

Al lado, construyeron un edificio grande, un piso más alto que el suyo. Más allá, uno que parecía ser más alto aún. Mucho más lejos, un edificio que prometía ser el más alto. Y otro más, casi cerca al acantilado, el que decía alcanzar las nubes. Poco a poco más edificios fueron creciendo. Cada vez más y más altos, que triplicaban en tamaño al suyo. Por edificio que se construía, era una batalla perdida. Su campaña fue un fracaso: en invierno solo consiguió ver edificios a medio construir.

Llegaba el siguiente verano. Él se subió a la azotea y contempló el atardecer. Solo había miles de edificios gigantes que habían transformado toda la ciudad. Él trató de ver su encantador atardecer, pero pasaron horas, se hizo de noche, y quedó contemplando muchas estrellas artificiales.

Tenía ya dieciocho años.

Era hora de mirar nuevos horizontes.

8.09.2009

Otra carta


Y de nuevo, una carta. ¿Me gusta escribir cartas? Me encanta, siento que me libero. Siento que vuelo a los cielos y soy libre, por fin. Pero, sé que no tendré jamás libertad, sé que siempre estaré atada este mundo insano, al cual pertenezco de manera insana. Una vesánica más, dentro de muchas que existimos. Caminaba todos los días por las calles, viendo a muchas parecidas a mí, y ya no me siento única como antes. Antes me sentía bien. Sentía que todo tenía sentido, que era feliz y que nada iba mal. Cada luna que aparecía después de treinta días eran las mejores, pero ahora ya no es así. Ahora cada luna nueva es un encierro de tristeza, dentro de una gris y ya no divertida vida.

Caminaba todos los días por la calle, pero ya dejé de hacerlo. Dejó de gustarme caminar, después de lo que vi. Ese día caían algunas gotas de lluvia sobre este terrenal baldío, gris, sin forma. Yo caminaba por encima de todos, hasta que te vi. Mujer, te vi, y tenté hundirme en el llanto. Pensé que lloraría como una más de todas las mujeres que existen en este pequeño mundo. Rogué que no cayera una lágrima por mi rostro y que tú te dieras cuenta. Toqué mi rostro y estaba seco. Mi rimel aún no se corría por mis ojos, mis labios seguían negros y mis uñas no se despintaban. Mis ojos aún podían verte, a pesar que no quería. Pensé que era una pesadilla, intenté golpearme y despertarme, y, despertaba en la misma pesadilla, en esa visión de ti, que jamás pensé que vería.

Mi largo cabello, mis ojos oscuros, mis uñas pintadas, mi falda apretada y mi polo escotado, mis botas altas y mi piel sangrante. Mis brazos con agujeros de cigarros y el tatuaje de mi cintura que moría en el orto. Mi piersing que tú lo pusiste mientras me acariciabas, diciendo que era difícil hacerlo, pero excitante. Mis discos y mis películas. La cama destendida y el aroma de tu cuerpo impregnado en las sábanas. Nada tiene sentido, porque cuando salí a caminar con el chico atado por el cuello, te vi.

No te reconocí del todo. Estabas distinta, ya no vestías como vestíamos ambas. Tomabas a ese hombre de la mano y de vez en cuando le tocabas la barbilla y le sonreías como antes lo hacías conmigo, ¿recuerdas? Claro, de eso no te olvidas. Un pene no te dará lo que yo te daba cada noche, mujer. Él es alto y fornido, seguro que es inteligente y tiene muy buen olor de su cuello, que seguramente lo inhalas y besas suavemente, dejándolo húmedo, haciendo que se excite. ¿Te acuerdas cuando ambas dejábamos nuestros cuerpos húmedos de fluidos, sudor y sangre? ¿Acaso te azota con látigos y te ciega los ojos con vendas para que puedas sentir placentero el dolor? Se te ve feliz, y estoy segura que realmente lo estás. Recuerdo que casi lloras en la calle al verme con el chico a mi lado, pero aguantaste y fingiste que todo estaba bien. Yo no me pude controlar, y lloré. Mis lágrimas pesaban y empapaban mi rostro que estaba seco, que reveló mi pena. Me viste llorar y sonreíste. Rápidamente me calme. Claro, está bien, ambas somos felices. Quisiste creer mi mentira, y aún te sigues convenciendo que la mentira tan clara que te dije quieres que sea verdad.

Estaba tendida en el suelo, tratando de respirar ese olor tuyo que poco a poco se va desapareciendo de las sábanas teñidas de rojo por todas las veces que estuvimos enredadas en ellas. Estaba desnuda, contemplándome apenas en el espejo. Mi cuerpo ya no es el mismo, y las lunas que salen cada mes tampoco. No me siento bien y siento que muero de a pocos. Mi cabello no es el mismo, y ahora me salen cosas en la cara. Me duele el vientre y me obligo a tomar pastillas para pasar el dolor. Me vestí, y yo ya no soy la misma. Desde ese día yo no soy la misma. Mi obeso cuerpo ahora está enclenque, el color rojo de la sangre me causa repulsión, a los látigos les tengo terror, y he botado todos los cigarros que guardaba en mi cajón junto con tu primera toalla. Todo lo he botado, y me tendí en el suelo, tratando de saber si era mejor seguir con esta muerte y escapar en otra muerte. Me siento distinta, y hasta he dejado que el muchacho que lo tenía atado, se levante de su jaula y me acaricie. Se ha echado conmigo y me he sentido distinta otra vez. He tratado de saber qué es lo que sientes tú ahora, he tratado de saber qué es lo que te hace tan feliz ahora. He tratado de saber por qué tú si estás volando y yo aún sigo bajo tierra formando mi propio laberinto. Un laberinto donde en todas las salidas encuentro a un gusano que se hunde en mi interior.

Estoy perdida en las calles. Me siento prisionera de un recuerdo. Del recuerdo de haberte visto en la calle, y de pensar que seguro se internarían en cuatro paredes a contemplarse y sudar. Yo estoy encerrada, despintando mis uñas, dejando mis labios blancos y secos. Embriagada de dolor, con un pobre hombre a mi lado, que no sabe lo que me sucede, pero me acaricia siempre. No finjo alegría, lloro sobre su hombro.

Mujer: Me has convertido en otra. He llorado. He llorado por ti. Ahora no me agrada el dolor, pero estoy siendo azotada por tres látigos con cuchillas. Tres látigos que mientras pasan los días, van aumentando. Sola me estoy desfigurando, sola me estoy acabando. ¿Dónde estás ahora? Me viste y me sonreíste, pero no quiero creer que esa sonrisa es por tu felicidad, sino por mi desgracia.

8.03.2009

Las flores


Ximenita se acercó a Rodrigo para ver qué hacía con las flores. Notó que su amigo estaba que las arrancaba del jardín y que les quitaba las hojas y todos los pétalos y que luego partía el tallo en muchísimas partes. Tomaba una flor, otra y otra y otra, y con todas hacía lo mismo. Ximenita se puso a su lado y le dijo que dejara de maltratar a las flores. Rodrigo no la escuchó y siguió partiéndolas.

- ¡Rodrigo! No lo hagas. Pobrecitas.

- Yo hago lo que se me da la gana. Además, son las flores de mi jardín y si yo quiero, las parto.

- ¡No seas malo! ¿Acaso no ves cómo se ponen tristes y lloran porque las partes?

- Cállate, mentirosa. Las flores no lloran.

- Sí lloran.

- No.

- Sí. Sufren y les duele mucho. Se quejan siempre cuando les hacen daño. No las maltrates. Ellas lloran si les quitas una hoja.

- Mentirosa. Las flores no lloran, ni se quejan ni gritan. A ver, pregúntale a esta rosa si le duele la hoja que le he arrancado.

- Rosita, ¿te duele mucho?

- Sí –respondió la flor.

- Papá, las flores no hablan –le dijo Samantha a su padre.

- Claro que sí. ¿Nunca las has escuchado? –le preguntó Miguel.

- No. Porque no hablan. Solo en el cuento hablan.

- Pregúntale a la flor que está en el recipiente si le gustó el cuento.

- Jazmín, ¿te gustó el cuento? ¿Cierto que hablas?

- Sí, estaba bonito. ¿Rodrigo dejó de molestarnos?

7.26.2009

Cómplices


Fiesta

Desde que aprendí a sostenerme en pie hasta los siete años bailaba sin parar. En el primer cumpleaños de mi primo hicieron un concurso y lo gané por bailar. Fiesta que iba, concurso que ganaba. Después de ganar ese concurso, seguí bailando sin parar hasta que mi mamá dijo que no bailara mucho porque ella no lavaría mi ropa. Todos se empezaron a reír burlonamente señalándome. Sus risas eran escandalosas. No lo soporté, dejé de bailar, me acerqué donde mi mamá y me puse a llorar, avergonzado. Desde ese día no sé cuánto tiempo dejé de bailar. Después supe que eso era de avergonzados y de resentidos. He vuelto a bailar, lo hago mal, pero igual me divierto. Mi fiesta de promoción es testigo de ello.


Sueño

A las diez de la noche de un día del verano del 2008 tomé dos tazas de café, una coca-cola jumbo y diez caramelos de limón Cocoroco para estar despierto hasta las 3 de la mañana para estudiar e ingresar a la universidad. Resultado: Me quedé dormido a las 11.30 de la noche y no ingresé.

Un día antes del examen de admisión siempre descansaba y dormía plácidamente para estar tranquilo al día siguiente. El 20 de setiembre del mismo año, me quedé hasta casi las diez de la noche en la casa de Kathy, llegué a mi casa a las diez con veinte minutos, Andrés me visitó y me quedé conversando con él hasta las 11.30, esperé a mi papá y me quedé conversando con él hasta las 12.30, me acosté en mi cama como a la una. Resultado: No dormí nada en la madrugada, me levanté con mucho sueño a las 6 e ingresé a San Marcos.


Muerte

En la madrugada del 11 de febrero del 2003 me enteré que mi abuelo ya había fallecido. Lloré durante mucho tiempo. Yo le tenía terror a la muerte, y saber que mi abuelo había muerto, me hacía entrar en pánico pensar qué sería de él. En el velorio, mi mamá me llevó a verlo en su cajón. Estaba dormidito, como siempre lo veía dormir desde que tuve uso de razón. En ese preciso instante, dejé de tenerle miedo a la muerte.


Viaje

Desde que supe que mi mamá era de Chiclayo, siempre le rogaba que viajásemos a su tierra natal. Siempre me respondía que iríamos el próximo año, pero nunca viajamos. Me resigné a pensar que solamente viajaría cuando yo tuviera cincuenta años. En el verano del 2008, juré no ir a la playa para estudiar y poder ingresar a la universidad. En los primeros días de febrero del mismo año, estaba descansando sobre la arena, frente a un mar calmo, bajo el sol esplendoroso de Pimentel.


Payaso

Lo que más he detestado en las fiestas infantiles son los payasos. No los podía ver ni en pintura. Detestaba ver su cara pintada, sus chistes malos y sus baratos trucos de magia. Cuando cumplí la edad de ya no ir a fiestas con payasos, me sentí feliz al saber que jamás volvería a verlos.

Mi primer trabajo fue ayudante de payaso en una fiesta infantil.


Hermana

-Tu reloj dice que son las 9.24; pero, el de mi papá dice que son las 9.26.

-El reloj de mi papá está adelantado.

-¿Y tú cómo sabes que el tuyo no está atrasado?


Literatura

Durante 11 años en mi colegio hice campañas y exposiciones sobre el cuidado del ambiente y el reciclaje. Gané muchas ferias de ciencias y recibí varios diplomas. Mis papás pensaron que sería ecólogo o ingeniero ambiental y que jamás los decepcionaría.

Al terminar el colegio decidí estudiar Literatura.

Ahora mis papás me obligan a escribir todos los días.

7.22.2009

Buzz Boy


Es la última semana de trabajo y ya no lo soporto más. Dices que ya no te aguantaba nada y se hacía el desentendido contigo. Dices que era egoísta y un malhumorado y que siempre estaba dispuesto a molestarse con la más mínima cosa que tú hacías y que cada vez más demostraba que tenía actitudes de infante. Pero eso es mentira.

Vivía solo en su casa. No tenía más comunicación con sus padres que por medio de correos electrónicos una vez por semana. No los veía hace muchísimos meses, porque desde que decidió estudiar en la capital, él tuvo que viajar desde Trujillo hasta Lima y alquilar una pequeña habitación donde tenía que pernoctar. Sus padres le enviaban dinero cada fin de mes; pero, lo que le envían con las justas le alcanzaba para pagar la universidad, los pasajes y algo de comer. Por eso desde que supo que no le alcanzaría para nada esos pocos billetes, decidió buscar trabajo, pero no lo pudo hacer sino hasta cuando cumplió dieciocho años. Y lo primero que encontró al obtener la mayoría de edad fue como empleado de una pizzería muy conocida en el mercado de los restaurantes.

Entró muy contento al restaurante. Pensó que haría pizzas y así complacerte uno de los pocos días que lo visitabas para que te prepare unas cuantas pastas, pero le otorgaron el cargo de Buzz Boy para que prepare jugos, ensaladas, postres, tragos y lave como mierda de platos. El primer día terminó cansado, sintió que fue un error el haberse metido a trabajar en un restaurante donde laboraba cinco horas diarias, y casi todas de noche, sin poder descansar aunque sea un ratito.

Tuvo varios amigos, quienes siempre lo invitaban a salir a discotecas o a tomar unas cervezas al finalizar el maldito trabajo; pero, él decía siempre que no. Porque tú nunca lo dejaste ser, porque tú siempre querías que él haga lo que tú le ordenabas. Y él, obediente, todo lo acataba. Llegaba cansado de trabajar, y tú le obligabas que así todo cansado te llamara o te visitara, y a pesar que te decía que estaba muy cansado, a ti no te importaba, porque sólo querías tenerlo bailando sobre tu mano, y gozar de ese dominio.

Suerte que era vacaciones, así los días de arduo trabajo podía llegar a su casa a descansar un buen tiempo. A veces salía de madrugada, y el barrio donde él vivía, lo sabes bien, es bastante peligroso. Las calles paran llenas de drogadictos, borrachos, rateros y no falta una que otra meretriz. Llegaba a su casa de madrugada, sólo tenía ganas de dormir y cerrar los ojos y descansar; sin embargo, no podía, ya que tú le llamabas preguntando dónde había estado, que con quién se estaba viendo, y que por qué llegaba tan tarde a su casa. Y él, siempre amable y contento, te contaba por todas las que tuvo que sufrir ese día de labor, y tú te molestabas y le colgabas el teléfono sin que él pudiera despedirse.

Seguro que debes de recordar muy bien ese infausto día. Sí, el diecisiete de marzo, ese día que ninguno de los dos olvidará. Él se levantó muy temprano, ya que durante toda la madrugada no pudo dormir. El infernal calor (y tú sabes bien cómo es el calor en su cuartucho, no hay ventilación y todo está juntito que ni espacio hay para caminar) lo hacía moverse para un lado y otro de la cama, y cada vez que lograba dormirse, soñaba con el bendito trabajo. Soñaba que los meseros lo apuraban, que sus entrenadores renegaban de su lentitud y los gerentes le llamaban la atención; a pesar que era un trabajador bastante aplicado y que era uno de los nuevos que más rápido aprendió el sistema de producción. Soñaba que cortaba tomates y que los huevos nunca se lograban sancochar, y que a parte de limpiar cada repisa de estación, tenía que baldear los pisos y lavar como cincuenta mil platos que los meseros dejaban en esa poza que cada hora tenía que cambiar de agua. En la mañana, al despertar, recibió una lamentable noticia: Su padre había sufrido un accidente de tránsito y estaba inconsciente en el hospital. Él, bastante apenado, te llamó por teléfono pero nunca contestaste. Justo ese día le tocó trabajar de noche. Y era martes, promoción dos por uno. Bastante apenado fue a trabajar, y ni bien llegó, vio sus tres pozas contaminadas y platos y vasos sucios por doquier. Empezó a lavar, a lavar y uno de los meseros justo botó toda la crema de leche al suelo, y le ordenó que trapee todo. Cogió su peluca y empezó a baldear y a trapear. Sin darse cuenta, vio que la cantidad de platos aumentaba. Cuando se dedicó a seguir lavando, le venían más órdenes; que un jugo de fresa, uno de guanábana, un frozeen de mango y un daiquiri de durazno. Los preparó todos, y los platos seguían aumentando. Un daiquiri de fresa y una piña colada. Una locura de chocolate y pie de limón. Necesito cubiertos y vasos regulares. Vio su reloj y recién había pasado una hora: Eran las 8 y ese día se quedaba hasta la una y media de la mañana. Toda la noche fueron un centenar de pedidos y una cantidad de platos que nunca acababa de lavar. Ese día terminó a las tres de la mañana, cuando ya casi todos los trabajadores se habían ido y habían apagado todas las luces.

Al salir, todos los taxis le querían cobrar diez soles, y él no tenía lo suficiente como para pagar esa cantidad de dinero. Se tuvo que ir caminando, y en el camino se cruzó con varios bandoleros que tuvo que evitar. Y cuando pensó que ya todo había acabado, una cuadra antes de llegar a su casa lo asaltaron y le robaron todo lo que tenía. Tuvo que contener las lágrimas, para su fortuna ese día no cargaba su tarjeta de crédito. Cuando entró a su cuartucho ya había amanecido, y ese día también le tocaba trabajar; pero, esta vez ya no cerrar sino abrir tienda. Durmió apenas una hora y se levantó alarmado. ¿Por qué? Porque tú lo estabas llamando. Le reclamaste que por qué no se había dignado a llamarte. Él te contó por todas las que tuvo que pasar, pero tú no querías más explicaciones y cortaste. Él se sentía morir, no podía ser tan desdichado.

Al finalizar el trabajo se fue a la universidad a matricularse, recogió su horario y se lo entregó al gerente para que sepa cómo manejar los cronogramas de trabajo. Eso fue lo peor: Se dio cuenta que no tenía tiempo para ti. Pobre Buzz Boy, pensábamos todos. A mí me tuvo bastante confianza, a mí me contó todas las cosas que le hacías sufrir. Me tuvo confianza porque siempre nos tocaba trabajar juntos y nos dimos con la sorpresa que queríamos ser escritores. Pero él me dijo que no estudiaba Literatura porque tú no le dejaste. Le habías obligado a estudiar en la San Martín de Porres la carrera de Administración. Fue allí cuando me interesé por ti. Me contaba que eras una niña y que le reclamabas de todo, y que le pedías el poco dinero que ganaba en esa tienda (eso es ser basura, en esa pizzería se gana una miseria y tú le pedías dinero), le pedías que te compre miles de cosas, y a pesar de ello siempre lo largabas.

Ya no sabía qué hacer, se estaba destruyendo de a pocos. Empezaron sus clases y empezó a salir mal, el chico brillante de esa universidad ya no era el mismo, y sus profesores le decían que se decepcionaban de él. En el trabajo rendía cada vez menos, a pesar que era un excelente trabajador, y todos le llamaban la atención, porque en la pizzería no aceptan vagos. Y tú que lo maltratabas y no le dejabas vivir, no le dejabas que saliera a la calle con sus amigos, le prohibías que conversara con sus amigas, no le permitías que saliera a comer solo, si algo tenía que hacer, te lo tenía que consultar o hacerlo todo contigo. Y él ya estaba cansado, siempre tuvo ganas de terminar contigo; pero, tú le amenazabas, le decías que no te deje, porque sino tú estarías siempre detrás de él acechándolo, siguiéndolo a todos lados, porque tú nunca lo dejarías libre. Se sentía pésimo, porque era tres veces esclavo: Esclavo de la universidad que no quería estudiando una carrera que no le gustaba, esclavo de un trabajo que laboraba sufriendo para ganar un mísero sueldo y esclavo de ti, porque si se revelaba, lo amenazaste con matarlo. Sí, con matarlo, y eso él me lo confesó llorando, hundido en la desesperación porque ya no sabía qué hacer para librarse. Y lo peor de todo fue que su padre, que estaba inconsciente, no soportó y se murió. Sí, murió su pobre padre y ya no había quién pudiese darle dinero. Ni siquiera pudo ir al entierro. Y tú nunca fuiste flexible, nunca sentiste compasión.

Durante un buen tiempo no lo vi. Los gerentes le dieron descanso una semana, al pobre Buzz Boy que cada vez está peor. Yo tuve que cubrirlo, preparando todos esos jugos y tragos y lavando platos. Hasta que una vez lo vi, a la salida del trabajo. Estaba como loco. Su madre no le podía enviar el dinero para la pensión, había desaprobado un curso, y tú lo estabas buscando para pedirle su sueldo. Traté de ayudarlo, pero evitó todo tipo de ayuda y se fue. Todos los días que me tocaba trabajar, imaginaba que las pizzas que tenía que cortar eras tú, y las cortaba con fuerza y rapidez, y todo el sudor que corría por mi rostro por estar al lado del horno me hubiera gustado que lo bebas, ese trago salado y sucio.

Tiempo después, los gerentes nos informaron que el pobre Buzz Boy había muerto (se había suicidado, eso me lo contaron sólo a mí, porque tú eres su amigo, Javier). Eso me dio una cólera infinita, porque a pesar que al Buzz Boy lo conocía poco tiempo, me había vuelto muy amigo de él. Y por eso te busqué y te busqué, hasta que di contigo. ¿Cómo? El Buzz Boy me dijo dónde vivías, hasta dónde te tenía que ir a visitar. En esa casa lejana de San Juan de Lurigancho, donde le hacías ir cuando él estaba cansado de tanto trabajar. Te busqué y te encontré. Te conté todo simulando odio y venganza por lo que le hiciste al Buzz Boy. Tú pensaste que te mataría por lo que le hiciste, pero te sorprendiste al saber que mientras él me contaba de ti, yo me enamoraba de ese sádico y maldito amor, me enamoraba de tu suciedad y maldad. Porque desde que me contó de tus maltratos, me excitaba la idea de poseer a alguien así. Por eso estoy aquí, esperando ser dominado y maltratado, sangrar al compás de tus azotes y cerrar mis ojos de felicidad, sudar y hacer que bebas esas gotas saladas como un verdadero trago que el Buzz Boy nunca te hizo beber.

7.18.2009

El porqué del título del blog


Varios me preguntan, empezando por mis padres, por qué mi blog se llama Ánima Invernal. A mi mamá no le gusta, aunque le pareció interesante una entrada, y a mi papá, le guste o no el título, revisa siempre que haya escrito algo. Pero, me interrogan seguido, ¿por qué ese título?

Varios de los lectores y amigos me preguntan lo mismo. Pues, aquí les va el motivo.

Ánima Invernal. La verdad es que estaba destinado otro título. Iba a ser relacionado con el tema "Puente" de Gustavo Cerati. Obviamente no iba a titularlo "Puente", si no algo relacionado con eso. Pero, de todas las opciones que se me ocurrían, ya existían blogs que los habían utilizado. Pensando, se me ocurrió unir dos títulos. Ánima es por el título de mi primera entrada, el primer cuento serio que he escrito, el que más me ha gustado y con el que me he quedado más conforme: "El ánima de Sebastián", que lo escribí gracias al cuento de mi amiga Sheyla, llamado Sebastián es… Gracias a Sheyla y a su cuento, empecé a escribir sin parar. Invernal es por una novela que vengo escribiendo, que tiene como título un tema de LeuSemia: "En una invernal noche de surf". Las dos palabras que más me gustan de esos dos títulos se unieron para dar el título de mi blog. Es así como nació Ánima Invernal.

Alguien por ahí me dijo que si tanto me gustaba Cortázar, y si tanto lo citaba en todo lo que hablaba o escribía, por qué no titulaba mi blog con algún cuento de él o alguna novela. Darle el nombre de Bestiario o Cronopio o hasta Rayuela. No. Para nada. Para mí sería ultrajar esos títulos tan preciados de mi escritor favorito. Así mis entradas sean bestiales, o sean jardines de cronopios o sean lúdicos, jamás nombraría a mi blog con los nombres de cualquier texto de Cortázar. Me siento indigno. Creo que Ánima Invernal, guste o no, es mi título, y se asemeja más a lo que yo quiero. Además, voy a tratar de ser escritor, así es que debo de comenzar creando un título. Lo que sí haré, será referirme más a mi querido escritor, mi dios literato, a Julio, a su Lucas, a sus cronopios y a sus rayuelas, formando 62 modelos para escribir nuevas entradas.

Mis entradas tienen como fin entretener a los lectores, que me digan sus opiniones, comentarles mis deseos, dudas, descubrimientos y creaciones; ironizar muchas cosas universitarias; recomendar buenos web sites; recomendar libros, películas y eventos; y, sobre todo, que se diviertan, que descubran nuevos mundos y me ayuden a descubrir sus mundos, también. Es aquí donde me expreso, todos tenemos voces, todos podemos escribir. Lo que no existe en la vida real, existe en nuestro mágico universo, dentro de cada uno de nosotros. Amor, odio, vida, muerte, literatura, filosofía, libros y ganas de hacer lo que uno quiere hacer.

Trataré de ser escritor. Ojalá y lo pueda ser.